Si nos situamos en el Mercado Central y entramos por la “calle Trench”, a su final nos encontramos en el centro geográfico de la ciudad. A la derecha nos encontramos ante un arco con dos mojones de piedra a cuyo paso vemos un pequeño escaparate de color pastel con ropa para bebés. Es uno de los pasadizos hacia la singular plaza Redonda de Valencia.
Queda atrás la Plaza de Lope de Vega, igualmente peatonal ennoblecida por las piedras de la Iglesia gótica de Santa Catalina. A finales del siglo XVII se levantó, anexo a la Iglesia, un campanario barroco rococó de forma hexagonal: la popular torre con el mismo nombre del templo cristiano. Sin duda es una de las más bellas de Europa dentro de su estilo. Fue una de las diez mezquitas existentes en la ciudad antes de la Reconquista. Derribada en 1276 se convirtió en parroquia cristiana. La Iglesia es de una sola nave de tres puertas: una de ellas da a la plaza con sus arcos cerrados a pie de suelo y tres rosetones diferentes, el más pequeño cegado por un lucido rasposo.
Dicen los orgullosos de su ciudad que en esta plaza, la de Lope de Vega, se halla la casa más estrecha de España y hasta de Europa pudiera ser. Apenas un metro de ancha y de cinco alturas con sus cinco ventanas, una por cada planta. Puerta de entrada cerrada y sellada como indicador de una imposible morada condenada a desaparecer. En la actualidad está en fase de restauración y se está incorporando al edificio adjunto porque el pez grande siempre se comió al chico.
La Plaza Redonda tiene cuatro accesos asimétricos a su fuente central de cuatros caras laterales en la que mana, en cada una de ellas, un chorrillo escupido por los labios de cuatro caritas de bronce. De sus cuatro entradas, tres lo hacen con nombre de calle: Vallanca, Síndico y de la Pescadería. La cuarta, como formando parte de la misma Plaza es por la que se accede desde Lope de Vega, por la que entramos.
Anterior a su construcción por Salvador Escrig en 1840, existía en el mismo lugar la plaza Nueva o del Cid. Pasando a ser plaza Redonda o "Clot", cuando se recompuso la zona. Era lugar de mercado y los bajos de las viviendas se dedicaban al pequeño comercio, especialmente a la venta de pescado y carne. Por esta razón, en su recuerdo, una de sus entradas se llama "calle de la Pescadería".
La Plaza es “Museo” de mercerías y “Templo” de hilados. Sus puntos de ventas son de encajes, de bordados, de botones, de ropa, de guardapolvos y delantales y con un gran surtido de baberos. Sus paradas, unas abiertas a la fuente central y otras de cara al anillo de viviendas, forman un pasillo al viandante que disfruta con la artesanía de muebles rústicos, de forja y cerámica, de bronces y llaves antiguas o se entretiene en la “Casa de los Botijos” o con los souvenir valencianos. Entre ellos destaca el de nuestra “cheperudeta”, la Virgen de los Desamparados. Sus tascas de vinos, una tienda de chimeneas, otra de jaulas y hasta de pajarillos piando, distraen al espectador de la tranquila plaza.
Lugar comercial con sabor antiguo es como una corona formando una tarta sobre el suelo. El cubierto de las paradas es de maderas viejas con incrustaciones de cerámicas floreadas de azules y amarillos. Están numeradas ordinalmente hasta el cuarenta y ocho y con sus reclamos de Amparín, Vicente, La Rosa, Paco y Pepeta, La Tendeta, Concheta, La Económica. Nombres que vienen de abuelos a padres y de padres a hijos.
Años atrás, hasta 1976, estas paradas eran móviles y las retiraban todos los días al terminar la jornada por una “colla” portuaria de tres hombres que las guardaban en los mismos bajos de la plaza, o las arrastraban hacía la calle de Zurradores, donde existía una posada ya desaparecida.
Los días festivos cambia su semblante vistiéndose de fiesta y la plaza se convierte en mercadillo de animales, libros, música, cambio de cromos y chucherías de todo tipo.
Las casas tiene tres alturas en derredor de la plaza y dos balconadas corridas de hierros viejos. En la tercera planta, sencillos balcones de hierro la mayoría cerrados a múltiples recuerdos. Los tejadillos y palomares con sus antenas y ropa tendida bajo el cielo azul conforman la tapadera de todo el encanto. De sus tejados despegan las palomas a posarse por los suelos. También lo hacen sobre el cubierto o sobre la fuente con su alberca de piedra situada en el centro exacto de la plaza, quizá observando a quienes disfrutamos de un apacible paseo en la hora del café.
3 comentarios:
Nunca presté suficiente atención a la Plaza Redonda hasta que en una kdd de actores de doblaje me recomendaron que fuéramos allí. Y no me fijé bastante! Está claro!
Gracias Julio.
Atractiva y original percepción de la plaza. Se nota que la has visitado en más de una ocasión y además con una visión incisiva.
Muchas gracias por tu aportación.
Yo mañana me voy a verla...
Me ha gustado mucho el articulo, solo que las paradas "la rosa" y "la económica" ya no existen y la nombrada como "paco y pepeta" se llama "Paco y Pepita". A mi también me gusta mucho esta plaza y seguro que estará mucho mas guapa cuando acaben la reforma que esta en marcha ahora mismo, a pesar de los andamios, todas la tiendas siguen abiertas y es un gustazo pasear por allí, la única pega que pongo es que cada vez se esta llenando mas de artículos de souvenir que poco tienen que ver con la tradición de la plaza y que distan mucho del encanto de la misma.
No "pega" mucho ver la plaza con trajes de sevillana colgando, toritos, y delantales de "pallela" y toreros, en fin...
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