domingo, 25 de octubre de 2009

EL TRIBUNAL DE LAS AGUAS

3 - el tribunal de las aguas Es éste un rincón milenario anclado a la puerta gótica de la Catedral de Valencia que, adornado por las archivoltas de su arco ojival bajo apostólicas miradas y rodeado de variopinta imaginería cual mejor dosel, da albergue en todos los jueves del año al más antiguo tribunal europeo conocido, cuya mejor impronta la adquiere por su singular fortaleza institucional.

Es quizá el más famoso rincón de la ciudad de Valencia. El que al son de las doce campanadas del mediodía cima la Torre del Miguelete, a paso lento y vestidos con el negro blusón huertano, desde la Casa Vestuario enfrente, acuden puntuales los ocho síndicos a dictar jurisprudencia, dando realce a tan singular recinto agrupado a su torno por la gente que, bien con orgullo, bien fascinada por saber de él, acuden a contemplarlo.

La fortaleza de tan ancestral institución, creada bajo el dominio musulmán en el año 960, viene dada por la protección e impulso que le dio Jaime I, y que por sus formas de actuación ha venido prevaleciendo a pesar de los cambios producidos tras la época foral, siendo de ésta, el único vestigio jurisdiccional que ha prevalecido hasta nuestros días, tanto en cuanto es el mejor sistema regulador del uso del agua que a través de sus ocho acequias riegan la huerta valenciana, como su persistencia en el tiempo lo demuestra.

El eco del “calle vosté o parle vosté” prevalece sobre el gentío que acude respetuoso al acto cada jueves del año, sin fallo alguno, instantes después de que el alguacil haya alzado su voz de inicio al reclamo del denunciante y denunciado, adscritos ambos a cada una de las acequias que riegan la vega, tan dignamente representadas por los Síndicos sentados bajo la Puerta de los Apóstoles, al igual que se hiciera en el interior de la entonces Mezquita en la época musulmana y que tras la Reconquista, al no ser permitida la entrada al templo a los no bautizados y siendo en gran número los labradores de religión no cristiana, el Tribunal del las Aguas siguió su andadura al exterior, pegado al umbral gótico de la Seo.

Mayor importancia, si cabe, adquiere nuestro rincón, al haber sido declarado recientemente por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, asegurando así su permanencia y proyección universal a cuyo conocimiento y visita acuden los más preclaros jurisconsultos, interesados en su peculiar manera de gobernar y dictar sentencia.

Si hay quienes proclaman que la mejor Constitución es la que no está escrita y son los hechos y costumbres las más eficaces fuentes del Derecho, la ausencia del papel, la inmediatez en la sentencia inapelable y su aceptación y cumplimiento por parte del causante del daño producido, hacen que la justicia emanada del Tribunal de las Aguas tenga la consideración de ejemplar, gracias, además de todas estas razones, a que él único requisito exigido a sus Síndicos sea el de su elevada consideración que de ellos se tiene, que no es otra que la de ejercer como “hombres buenos y justos”, sin que para ello sea necesaria ninguna titulación legislativa.

De ahí la justa existencia del Tribunal de las Aguas a lo largo de más de diez siglos, rincón emblemático de la ciudad que se mantiene vigoroso, superando momentos convulsos, regímenes diversos, todo ello gracias a la fortaleza de sus tres brazos, el Constitucional, el Legislativo y el Ejecutivo que con la ausencia del papel escrito, pincela su peculiar forma de ser.

Efectivamente, sí es un singular rincón, éste, en la ciudad de Valencia; al que bien vale la pena visitar cualquier jueves del año, segundos después del toque de las doce campanadas en el umbral de la Seo y ante la exquisitez gótica que lo decora.