lunes, 25 de mayo de 2009

EL JARDÍN DE AYORA

50 - El jardin de ayora

Aunque alejado del centro histórico de la ciudad, está situado en una zona de amplias plazas y largas calles de gran actividad comercial, siempre necesitadas de un rincón donde pasar un rato apaciguados en el relajo. Bien comunicado gracias la estación próxima del metro, el Jardín de Ayora pervive después de que su palacete sufriera años de abandono, agredido de forma salvaje cuya supervivencia pusieron en peligro allá por los años ochenta, en la actualidad convertido en una escuela infantil. El jardín cumple con su objetivo, como es el de hacernos gozar en las horas de asueto, o en los días tórridos librarnos del calor que tanto aploma.

Ante la llegada del estío su visita invita al placer, aislados de la circulación y a salvo de sus ruidos gracias a la abundante vegetación que allí existe.

Jardín cercado, se convierte en el lugar ideal para quienes prefieren la paz del “campo” a la brisa de un mar próximo bañado por el Sol.

Junto al palacete de reminiscencias griegas y a la entrada del recinto, un lugar de juegos deleita al público infantil. De él, arranca un camino a través de un vano hacia la fronda vegetal, sumergiendo al visitante en un microclima extraño al de la urbe que la valla separa, al tiempo que le hace disfrutar de sus pinos, de sus palmeras, eucaliptos, higueras y moreras, gruesos magnolios y algún que otro limonero, que junto a centenarios árboles, alegran y dan vida al jardín en el que no falta el arrullo de las palomas mezclado con el trino de los jilgueros.

José Ayora ordenó su construcción en el comienzo del pasado siglo como finca de recreo en un lugar de paso entre el mar y la ciudad, como si de ambos quisiera aislarse a la búsqueda del sosiego. Misión ésta que sigue cumpliendo en la actualidad gracias a su pequeño bosque en el que sobresale cima a sus dos plantas un templete que le da elegancia y sello de distinción y rodeado de bancos cerámicos que lo decoran.

Alegra y le da vida en el centro del jardín una fuente con una mujer vestida y sensual sobre un pedestal de mármol, que, levantando sus manos, alza una pequeña ánfora de la que brota el agua y resbalando por su cuerpo, se desparrama en la balsa circular de piedra en cuyo centro está emplazada.

Jardín el de Ayora rico en especies vegetales es un grato rincón a visitar cuando el sol azuza, pero que rinde su agobio ante la urdimbre de las copas que no puede atravesar. Un rincón de nuestra ciudad que bien vale la pena visitar en estos días en los que el calor aprieta, pero que gracias al de Ayora, no ahoga.