lunes, 29 de agosto de 2011

PLAZA SANTA CRUZ

10 - la plaza Santa Cruz Los “rincones de nuestro centro histórico”, aparte su pintoresca singularidad, ganan su merecimiento por sus diferentes aportaciones que desde el momento de su creación se han ido sumando en la configuración de la ciudad.

Desde la majestuosidad de un palacio de antiguo abolengo al sencillo brocal en el centro de una recoleta plaza, o las balconadas artesonadas que llaman la atención del viajero, así como el banco de piedra bajo la sombra de una centenaria arboleda que le relaja, y demás ocasiones que procuran el disfrute a quienes en su callejeo buscan su encuentro, el común denominador de todos ellos es el de haber sido testigos de un pasado que satisface la curiosidad del interesado caminante, tanto en cuanto que por las peculiaridades que cada uno atesora, han acrisolado al “Cap i casal del Regne”, enriqueciendo su historia.

El Barrio del Carmen, arrabal de la Valencia musulmana, alberga cercano a la plaza de su nombre uno de los focos culturales más representativos tras la Reconquista de Jaime I. El primer de los quehaceres del “Conqueridor” fue el de dotar la ciudad de los necesarios lugares para el establecimiento de las ordenes religiosas que le acompañaron, así como la construcción de las parroquias que impartieran el culto cristiano en su nuevo dominio.

Es el caso de la Parroquia de la Santa Cruz, una de las catorce existentes en su época foral y que a su derribo por las acciones desamortizadoras del XIX, su culto se trasladó a la próxima Iglesia del Carmen, y con el mismo, su advocación.

El famoso pintor Joan de Joanes, hijo del barrio, cuya figura de piedra permanece en un monumento en la Plaza del Carmen, fue enterrado en la vieja parroquia. En la actualidad sus restos descansan en la Capilla de los Reyes del Convento de Santo Domingo, previo paso por la Iglesia del Carmen tras el derribo que posibilitó la plaza que en recuerdo de la vieja parroquia lleva su nombre, y cuya singularidad principal era la que en ella se albergaba desde 1314, año en el que fue fundada, la “Cofradía de los Ciegos”.

Institución de carácter gremial que se dedicaba a la atención de los ciegos ofreciéndoles sus enseñanzas e instándoles a la oración, por lo que alcanzó gran fama; siendo lugar de acogida de quienes necesitaban de sus cuidados y que por su mayor demanda y exigencia de espacio, pocos años después, tuvo que trasladarse a la cercana y actual calle Museo que en tiempos antiguos fue conocida como la de la “Cofraría dels Cegos”.

Lugar de enseñanza en la que los ciegos disponían de tres años para su formación, al tiempo que practicaban el ejercicio de la oración junto al de la música, pues se entendía que en su alternancia, el fruto de sus plegarias era más seguro. Se les adiestraba en el uso de la guitarra y del violín y que tras superar su aprendizaje, los “ciegos oracioneros” lograban su medio de vida participando en aquellos actos, tanto litúrgicos como civiles, a los que eran requeridos.

Hoy, la Plaza de Santa Cruz es un amplio “rincón” en el que destaca una cruz de hierro adosada a una columna de piedra como sencillo, pero significativo, monumento en su recuerdo parroquial; a la que se accede, dada su amplitud, por diferentes calles: como son las de Juan de Juanes desde la de Roteros, la de la Cruz, la de “les Adoberies”, la de Santa Elena y la de la Caridad.

Plaza que en su otro extremo y para lugar de encuentro, posee como un pequeño bosquecillo que cubre unas largas bancadas de piedra para la ocasión del descanso.

Rincón, el nuestro, que en los últimos años se ha visto necesitado de su restauración aún no finalizada, conservando las fachadas de sus edificios el castizo sabor del “Barrio del Carmen”, que si otrora lo fue gremial y artesanal, en la actualidad es el del ocio.

Pero sin menoscabo de su rico y viejo pasado que tras el paso de los siglos pervive incrustado en la calma que transmite al caminante, por él interesado, que cruza nuestro “rincón”.