El hombre primitivo o nuestro paisano de Tabernes de Valldigna de ciento treinta mil años descubierto en fecha reciente por unos arqueólogos, debía de utilizar el fuego, los árboles o las cuevas para defenderse de su enemigo natural, que eran los animales que también cazaban para su sustento. Con el paso de los años, fueron creciendo en número, pasaron a vivir en sociedad y todo se complicó. Los unos, empezaron a agredir a los otros, y así… hasta nuestros días. Necesitaron entonces de mayores defensas, hasta llegar, muchos miles de años después, al recurso de las murallas. Aquellas que aún se mantienen en pie, han pasado a enriquecer los monumentos históricos urbanos; aunque en nuestra ciudad, por desgracia, sean pocos sus vestigios.
Corría el año 714 cuando los árabes ocuparon Valencia. Hasta el siglo X la ciudad tuvo poco importancia y los datos conocidos de la época son escasos. Sin embargo, a comienzo del primer milenio fue adquiriendo relevancia hasta a convertirse, a finales del siglo XII, en una de las primeras ciudades del Al-Andalus después de Córdoba en su califato.
Para defenderse del asedio cristiano, Abd al Aziz, nieto de Almanzor, a mediados del siglo XI, mandó construir una muralla que los protegiese. Y pese a ello, a finales del siglo, Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, logró entrar en Valencia, convertida ya en un importante ciudad y por ello codiciada.
En la muralla árabe existían siete puertas:
Bab Al-Qantara, Puerta del Puente (en la zona de la actual Torres Serranos).
Bab Al-Hanax, Puerta de la Culebra (actual calle Salinas).
Bab Al-Qaysariya, Puerta de la Alcaicería (actual calle Trench).
Bab Baytala, Puerta de la Boatella, Casa de Dios (actual cruce Cerrajeros-San Vicente).
Bab Al-Xaria, Puerta de la Xerea, Puerta de la Ley (actual Plaza San Vicente).
Bab Ibn-Sajar (actual Plaza del Temple).
Bab Al-Warraq, Puerta de la Hoja (actual calle Salvador)
Ya en la Valencia cristiana, Pedro el Ceremonioso, en 1356, ordenó la construcción de una nueva muralla con accesos a la huerta valenciana a través de sus doce puertas, diferenciadas como “Portals Grans i Portals Chics”. Ello, no supuso la destrucción del antiguo cerco árabe, que se convirtió en un segundo anillo defensivo para la ciudad. Para facilitar la comunicación entre ambos se abrieron portales en la muralla árabe y uno de ellos se conoció como Portal de la Valldigna. Sus puertas se mantuvieron hasta principios del siglo XV, y una vez quitadas, quedó el diáfano arco como sencillo camino de paso. Con los sucesivos cambios en sus callejuelas, propios del crecimiento urbano, ha llegado hasta nuestros días tal y como lo podemos contemplar. Así pues, podemos gozar de un paseo por su zona que, sin duda, nos trasladará a las páginas más sorprendentes de nuestra ciudad.
Situado en el corazón del Barrio del Carmen, es un rincón donde la huella antigua se mezcla con el sabor bohemio y lúdico actual, incrustado en sus aledañas casas que resultan ser testimonios de hechos relevantes y de gran trascendencia histórica. Su nombre, el del Portal, se debe al Real Monasterio de Santa María de la Valldigna que tenía casa situada justo a su lado. Sobre su arco, un retablo policromado representa a la Santísima Virgen desde 1589, fecha de su colocación.
Muy cerca del Portal, poco antes de su entrada, se montó la primera imprenta de España. Y fue, cuando Valencia, por su importancia cultural y económica, necesitó de la maquina para llevar al papel la producción literaria de los autores valencianos que forjaron el Siglo de Oro de la Lengua Valenciana. Y todo ello, gracias a Alfonso Fernández de Córdoba y Lamberto Palmart, “introductores en Valencia del arte civilizador de la imprenta”, según reza en la placa colocada en 1874, cuatrocientos años después de su instalación. La maquina impresora era una Gutemberg y está expuesta en el Monasterio del Puig de Santa María. La misma que en 1474, año de su montaje, posibilitó la impresión de “Obres o trobes en lahors de la Verge María” de Mosén Fenollar. También, gracias a aquellos cajistas, salieron libros en latín y en castellano con una producción que crecía con los años. Y por esta razón, pocos después, fueron varias las imprentas que funcionaron dentro de las murallas valencianas para lanzar a los cuatro vientos toda la producción literaria de tantos y tantos autores nacidos en el culto y rico Reino de Valencia.
Vale la pena recrearse en el Portal e imaginar un pasado muy lejano pero de gran vitalidad, como lo demuestran las distintas huellas que allí permanecen vivas. Pasamos el arco y a la derecha, en la calle Salinas se ven los restos confusos de la Puerta de la Culebra. Quizá esté presente la fuerza del reptil y le permite mantenerse inhiesta luchando contra el tiempo. A la izquierda, a dos portales, está la casa natalicia de San Pedro Pascual.
En la Valencia musulmana, más que arabizarse, ocurrió que se hispanizó el arabismo. Era muy frecuente el matrimonio de un musulmán con una mujer hispana porque cuando invadieron la península vinieron sin mujeres. Los mozárabes y los muladíes utilizaban como lengua un romance vulgar, principalmente las mujeres. Y éstas que eran las que criaban a lo niños, lo hacían utilizando su lengua, como no puede ser de otra manera.
De una familia mozárabe vino al mundo Pedro Pascual, años antes de la Reconquista. Su fe en Dios le hizo crecer entre la lengua de sus padres y el latín de la Biblia. Predicó a los mozárabes y muladíes en su lengua valenciana y como era la única que estos entendían, tradujo para ellos desde el latín la Biblia Parva. Un compendio de la vida de Jesús y de la fe cristiana: camino de salvación para los creyentes en el Redentor.
San Pedro Pascual, despreciado por quienes ningunean la Lengua Valenciana, no sólo lo han ignorado por razones tan obvias como claras, sino incluso algunos sectores, interesados en el permanente engaño cultural, han llegado a negar de su existencia.
El Portal de la Valldigna y sus alrededores, en una constante restauración, bien valen un paseo a cualquier hora del día. Las torres del Ángel y de la Mare Vella, sin cordón que las una, también cercanas, están a la vista de todos. Quedan a la espera de una mejor presencia, e imaginar así, con mayor realismo, una muralla que lo fue primero defensiva y en nuestros días testimonio de su pasado. Lo que no sabía nuestro antepasado de ciento treinta mil años, es que una Virgen, la de su pueblo, daría nombre a un Portal en el “Cap i Casal del Regne”.
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