lunes, 6 de mayo de 2013

UN RINCÓN: EL DEL MUSEO ARTESANAL DEL CARMEN.

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Si la naranja es el fruto más representativo de la rica huerta valenciana, a la sazón el más universal, en su sano zumo se encuentra la más pura esencia que brota de su interior.

Y la naranja es a nuestros ricos campos, como para la ciudad de Valencia representa su más castizo barrio. El que situado en parte intramuros de la que fue muralla musulmana, también fue extendiéndose fuera de ella a través de sus arrabales: el del Carmen.

Y de esta guisa, en él se encuentra el más genuino “rincón” de aquella Valencia artesana y menestral, que si bien sus tradiciones han pasado a las viejas páginas de nuestra historia, aún queda un pequeño lugar que rezuma en su fascinación la más pura esencia de lo que fue. El recorrido por su interior y para quien lo disfruta, facilita el privilegio de saborear la autenticidad de lo que en su día representó para nuestra ciudad el Carmen, como el mejor de su zumo, el de su esencia.

Bajo la batuta del más autorizado y desprendido hijo del barrio, de Rafael Solaz, en primaveral mañana, un buen grupo de amigos de la “Asociación Cultural VALANTIGA, Valencia Antigua” hemos recorrido una parte de sus calles fijando nuestra atención en aquellos enclaves de especial relevancia, donde nuestro cicerone, de forma pulcra y puntual, nos ha enriquecido en sus detalles.

- Si es posible, tendremos una sorpresa final – nos anunció como la mejor guinda al pastel que estábamos saboreando.

Y vaya que lo fue. Visitamos un inesperado “rincón” que, de los presentes, sólo él conocía.

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Y se corresponde con el “rincón”, Museo Artesanal del Carmen, propiedad de José Luis March Ramos, emplazado en el lugar que en tiempos pretéritos fue la “Antigua Escola de la Valldigna”, y que gracias a la gentileza de su dueño cruzamos su umbral en espléndido regalo.

Y avanzando por él, el asombro, la fascinación, la complacencia y el gozo fueron los sentimientos que iban incorporándose en nuestro interior desde el primer momento. Y más, si cabe, al saber que estábamos situados a palmo y medio de unos restos de la muralla árabe, cuyo hechizo estaba presente.

Resulta difícil de enumerar la clase de instrumentos que se mostraron ante nuestros ojos, pero baste decir que allí estaban expuestos todos los artilugios utilizados en los desparecidos talleres del Barrio del Carmen en sus funciones artesanales, al igual que los productos que de las manos de los maestros y oficiales nacían. Desde el más sencillo buril, a la más insospechada maquinaria que por la acción de cuerdas y poleas, bajo programas de papeles perforados, tejían bellas urdimbres para lucirlas en “les festes de carrer” que con frecuencia se celebraban.

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Y allí hemos visto todo tipo de utensilios: fraguas, tornos, motores, diminutos hornos a gas -medianos y grandes- sillas de marquetería, ménsulas y estucos, yunques, alfarerías, bronces, mil y un instrumentos varios, cuyo nombre y uso, el autor de estas líneas desconoce, así como imágenes, sagrarios, etc. en un conjunto, en suma, de la mejor muestra del trabajo artesanal que hubo un tiempo en el entrañable Barrio del Carmen donde laboraban sus hijos.

Y allí se ofrecen, en tan fascinante ”rincón”, la Casa Taller March, que en opinión de quienes hemos asistido, bien se merece sea tratado como el “Museo Artesanal del Carmen”.

Sito en la calle Mare Vella, por donde corría hace diez siglos la “Céquia Mare” y que tras la Reconquista, en su cercanía se instaló la Casa Procura del Monasterio de la Valldigna.

El “suc” de la naranja, la esencia del Carmen.

 

Reportaje gráfico de Vicente Ramón Quiles y Paco Gascó.