lunes, 29 de marzo de 2010

LA PLAZA DEL MIRACLE DEL MOCADORET

44 - La Plaza del miracle del mocadoret 
Rincón vicentino por excelencia, que como los caminos tan del agrado de su precursor es peatonal y con la señal de su evocación. Plaza solitaria a la que se accede a través del Pasaje Giner (en memoria del famoso bazar de su nombre) desde la bulliciosa de la plaza de La Reina, o también desde la calle de la Tapinería, o al paso por la de Verónica, ésta corta y estrecha, lugares todos de entrada a una plaza de diseño peculiar, tanto en cuanto que pese a su geometría irregular, figura como tal en el nomenclátor, considerándola así desde su punto de entrada por el de la Tapinería, con un “azucat” a la derecha, y accediendo a la misma como lugar de nueva planta debido al ensanche por el derribo de una manzana; por, lo que hasta los años cincuenta era conocida como calle del Miracle del Mocadoret. En la actualidad queda configurado como un tranquilo rincón y con el mismo nombre y con la consideración de Plaza a petición de sus vecinos. Rincón flanqueado por las torres del Miguelete y de Santa Catalina que asoman cordiales en lo alto desde una u otra parte, según donde se sitúe el paseante que accede a su encuentro.

Rincón de “festes de carrer”, como la que se celebra en recuerdo del “Miracle del Mocadoret” una semana después de la festividad del Santo, debido a que el lunes de su celebración se conmemoraba antiguamente la fiesta de quienes se encargaban de encender las farolas de gas que alumbraban las calles de la ciudad, por ser el lugar, el de la Tapineria, donde estaba situada la Cofradía de los Gaseros, postergando por tal motivo y por siete días, la celebración del tan popular milagro vicentino.

De los más de doscientos atribuidos a San Vicente, el del “Mocadoret”, es el más popularmente renombrado. Efectuado el prodigio desde la misma Iglesia de los Santos Juanes -en cuya alusión figura un bello mosaico sobre sus paredes frente de La Lonja de la Seda- cuando quien después sería Patrón de Valencia lanzó su pañuelo al aire, alertando a la gente que le escuchaba que volando tomaría el camino hacia una casa habitada por quien en ese momento necesitaba ayuda.

Adentrose entonces el pañuelo del santo por la calle de Cordellat, y tomando el rumbo de la Cenía, se dirigió hacia la de las Platerías, para llegar al Pozo de San Lorenzo, lugar donde al encontrarse con la de la Tapinería, torció a la derecha dando fin a su vuelo e introduciéndose en el interior de la vivienda de una modesta familia en momento de necesidad. Lugar éste, en el que existe un altarcillo en la fachada, adornado con flores gran parte del año, desde el que parte una tradicional procesión por su retícula vecinal, lujosa y engalanada, en medio de gran algarabía popular, en el día de su festejo.

Rincón el de esta plaza, en el que de padre valenciano aún existe la casa donde siendo niño vivió durante dos años, desde 1857 a 1859, el patriota y libertador cubano José Martí, según un pequeño mosaico sobre la fachada, como eficaz apunte historiográfico.

Plaza a la postre artesanal, gracias a dos tiendas de cerámica donde el curioso tiene la ocasión de satisfacer tan arraigada manualidad que desde la época musulmana pervive entre nosotros. Una de ellas, como taller cerámico, en beneficio de quienes afanosos por su elaboración tienen la ocasión de trabajar con sus propias manos la pieza deseada y con un horno a su servicio donde cocerla. Al igual que la tienda de Artesanía Yuste, donde desde hace más de cuarenta años se ofrece el servicio de enmarcado y elaboración de los “socarrats”, utilizando para su fabricación la misma técnica del siglo XV.

Rincón vicentino éste, escondido entre el bullicio propio del trasiego torno a la Catedral y la plaza de Santa Catalina, desde el que la observancia de sus correspondientes torres tiene el encanto de su hallazgo; por lo que os recomiendo os acerquéis al “azucat” allí existente, donde la observancia del entrañable altarcillo os mostrará no sólo el recuerdo donde se cumplió tan eficaz prodigio, sino el cariño que sienten sus vecinos al cuidar con tanto mimo tan sencillo rincón.