martes, 27 de julio de 2010

LA CALLE CAÑETE

15 - La calle cañete
“Prop de les Torres de Quart
n'hi ha una festa molt antiga
a on un rumbos veïnat
conserva la festa viva,
la del nostre Beat”

Así se proclama en un delicioso “cant d’estil valenciá” el comienzo de la fiesta en recuerdo al Beato Gaspar Bono, allí mismo donde naciera: a pie de su casa sita al final de la Calle Cañete. Recinto sagrado y capilla de hogar, cuidado con el fervor y mimo de sus vecinos al que le ofrecen desinteresados toda su devoción.

Azucat” el de Cañete que si a su comienzo es de semblanza moderna, tal y como avanzas, cambia de piel y a paso lento descubre el paseante el sabor de la Valencia aldeana con sus casas de planta baja y puertas abiertas, de macetas ante el portal, o colgadas de las rejas de su ventanas o realzando la sencillez de sus balcones, dando en su conjunto ocasión a que sus vecinos disfruten de la vida familiar que existiera antaño. Sobre todo en la época estival, con sus cotidianas veladas a la fresca de ensaladas y pistos con tinto de verano, tortillas de patata, caracoles con hierbabuena y con juegos de parchís; sin despreciar el resto del año en el que se mantiene la armonía al calor de los hogares.

Rincón antañón por tanto, al que se une la existencia cada vez más viva de una de “les festes de carrer” más arraigada en nuestra ciudad. Tradición que se mantiene gracias al tesón de la “Peña el Clau” como corazón de la fiesta, en la que año tras año rinde homenaje al Beato que consideran como propio. Le manifiestan así su gratitud por la desprendida generosidad que tuvo a favor del necesitado, en cuyo recuerdo se mantiene intacta una fiesta cuyo fervor se acrecienta en los años transmitido a los hijos de Cañete.

De padres muy pobres nació el Beato una víspera de Reyes de 1530, por lo que le bautizaron con el nombre de uno de los Magos. En sus años juveniles antepuso a sus deseos de sacerdocio la ayuda a su familia, lo que no le impedía organizar en su propia calle precesiones a semejanza de las que veía en otros lugares de la ciudad loando al Señor.

En beneficio de sus padres necesitados, se hizo soldado de Carlos V, utilizando como mejor arma el rezo diario por sus compañeros en las campañas. Al resultar herido de gravedad ofreció su vida dedicada al sacerdocio si superaba el trance. Logrado su deseo, fue acogido en la Orden Franciscana de los Mínimos del Convento de San Sebastián de la que llegó a ser su Provincial. Ejerció la pobreza, impregnándose de santidad, por lo que en sus místicas oraciones la situación de éxtasis le era frecuente, al tiempo que en sus rogativas desbordaba toda su fuerza mediando por los demás.

Quizá de aquellos sus juegos juveniles perdura la principal tradición de la fiesta manifestada en una procesión que recorre las calles aledañas. Son los hombres de Cañete los que llevan en andas al Beato desde su casa natalicia, y tras larga procesión, regresan a su calle, momento en que a su entrada los reemplazan las mujeres hasta depositarlo en su capilla.

Rincón, fiesta y devoción se entremezclan en uno de los “azucat” más activos de la ciudad, en el que el alma del Beato Gaspar Bono está siempre presente.

Visitar este rincón en la segunda semana de julio es participar de una “festa de carrer” en la que nadie es forastero, pues reconocido el paseante como extraño, es de inmediato acogido de forma desprendida, tal y como ejerciera su vida el virtuoso Beato.

Pero adentrarse en la de Cañete en cualquier otro día del año, es la ocasión para el deleite por la semejanza de su calle a las existentes en cualquier pequeño pueblo de la serranía valenciana, de sus puertas abiertas en las horas del atardecer, cuando la calle se convierte en un salón vecinal en el que impera la fraternidad.