jueves, 26 de marzo de 2009

CAMPANAR: ¿RINCÓN, BARRIO O PUEBLO?

  22 - Campanar barrio rincon o pueblo

¿Bello rincón, o mejor un pequeño pueblo dentro de la ciudad?

Esto es lo que me pregunto mientras paseo por sus calles. Y aunque algunos digan que es un barrio estrangulado por el crecimiento de la ciudad, el respeto a su entorno llegado hasta nuestros días con sabor de antaño, es gracias al orgullo de sus vecinos que han sabido mantener su aspecto para disfrute de nuestra historia. Y más semeja un bello rincón, rural y tranquilo, a salvo del tráfico salvaje que corre por las amplias avenidas que lo rodean.

Singular pueblo que estrangulado o abrazado con cariño por el ensanche de la ciudad, al recorrer su viejo casco en torno a la Iglesia de la Virgen de Campanar, situada esbelta en peatonal y ancha plaza cercada de frondosos plataneros, y con la visita por sus calles huyendo por un instante del bullicio que lo rodea y con el placentero goce de sus remozadas casas de dos alturas a lo largo de todo su recorrido, crees, por uno momento, hallarte en otro lugar, muy lejos de la ciudad. Sus fachadas de cerámica valenciana, sus ventanales y balcones, los adornos de sus cornisas y la limpieza que relumbra por doquier, crean un pequeño oasis del que disfrutar, mientras la cadencia de doce campanadas cubre el caserío en su bucólico eco, como si lanzara su llamada al silencio del campo hoy inexistente.

Caserío de la época de la Reconquista de Jaime I, vivían sus gentes del campo hasta hace unos cincuenta años, pero que al mantener sus dueños las casas, permanece intacto el semblante de un pequeño pueblo rural situado en las entrañas de Valencia que ha crecido devorando sus huertas.

Su nombre le viene de muy antiguo, de cuando desde la ciudad salían sus gentes a pasar un día en el campo: “anar al camp” decían: “camp anar”, y en torno al poblado disfrutaban del placer de su huerta, del perfume de sus flores, alejándose del interior de una ciudad entonces amurallada y que por ello les agobiaba.

Caminando por sus calles vemos el viejo horno de pan, el casino antiguo, la fuente a pie de árbol, la pequeña tienda, la vieja alquería encalada, el saludo vecinal, unos niños corriendo por sus calles, y todo su conjunto en torno a la torre de la Iglesia que dejan al paseante el regusto tranquilo y grato de encontrarse fuera de la urbe que le agobia, y ante la ausencia del caos urbano propio de la gran ciudad.

Campanar es un lugar donde el único ruido es el de la chiquillería al salir de la escuela, por lo que la añorante envidia de no vivir en sus calles se adueña en quien lo visita.

Os recomiendo su visita, pero especialmente, cuando el estrés os agobie. Allí encontraréis la paz en uno de sus bancos de la tranquila plaza bajo plácida arboleda, de la que a través de su enrejado destaca la torre de su Iglesia, guardiana de tan bello rincón, lleno de encanto.