sábado, 27 de noviembre de 2010

LA PLAZA DEL ESPARTO

9 - La Plaza del Esparto Existen rincones en mi ciudad que destacan por la diversidad de sus encantos que en su singularidad los visten. Y si a ello se une la sencillez de sus aderezos, o la humildad de su nombre, lejos de la suntuosidad en otras ocasiones merecida, el lugar en el que en esta ocasión se encuentra el caminante tiene todos los atributos propios del "rincón" que en su callejeo por la ciudad busca para su descanso, al igual que como lugar de encuentro para una cita coloquial, o de las que producen cruces de miradas fascinadas por el brillo de unos ojos de cualquiera pareja enamorada.

Si en la ciudad existen rincones cual "salones de lujo", la existencia de pequeñas "salitas de estar" complementa su atractivo. Este es el caso del acogedor rincón que tiene como nombre la Plaza del Esparto: sencillo, humilde, nada suntuoso, pero cálido y de ornato peculiar: el del amparo del “Café Sant Jaume” y las cuatro falsas acacias que con sus cortinajes lo enmarcan a la par que le sirven de cobijo, tanto en los atardeceres de suaves brisas, como en las horas estivales de una mañana solariega que procuran su sombra aunque sea por un pequeño instante.

Rincón terraza, bohemio y amigable, punto de partida al igual que de unión entre los Barrios del Carmen y el del “Mercat”, se convierte al igual como punto de inicio, tanto como de final, sea para disfrutar paseando sus callejuelas aledañas, sea como rincón para una grata velada entre el murmullo urbano o la balada de un dúo melódico que busca su jornal.

El “Café Sant Jaume” fue antaño la Farmacia Cañizares, y como café entrañable procura ratos de grata estancia conservando todo el atrezzo que tuviera antaño, cuando con su famoso ungüento aliviaba cualquier dolor del cuerpo.

Rincón situado junto a la Plaza de San Jaime y donde termina la Calle de Caballeros, en las cuatro fachadas que lo forman, lucen, junto a la sencillez de sus pequeños balcones, la presencia de unos miradores de madera que resistiendo el paso del tiempo, testimonian retazos del buen gusto arquitectónico que unido al de su sencillez, son propios de un pasado que afortunadamente perdura. Al igual que la vista de una fuente de hierro fundido que nos trae el recuerdo de cuando su existencia por las calles de la ciudad lo eran en mayor número, y que con su presencia nos recuerda un pasado algo ya lejano.

Su nombre nos rememora la industria de los fabricantes de sogas y su gremio de Sogueros que utilizaban los huertos próximos del barrio del Carmen para extender el esparto y confeccionar una variedad de utensilios al servicio del huertano que los necesitaba.

Placita de grata estancia, apacible y de sabor antañón, que como lugar de encuentro y relajo os recomiendo en las horas del atardecer, cuando los reflejos se funden entre las farolas que lo alumbran y el dorado del “Café Sant Jaume”, cual cálida “salita de estar” en este bello rincón.