jueves, 26 de noviembre de 2009

EL PASAJE RIPALDA

41 - EL Pasaje ripalda Al tiempo que finalizaba el siglo XIX nacía en Valencia la inquietud por pincelar en sus calles retazos de modernidad. A ello se dedicaron los arquitectos de la época, ansiosos en nuevos diseños que saciaran la sed innovadora de la alta burguesía, anhelosa de que sus propios edificios destacaran por encima de los demás. Al recurso del eclecticismo de la época se le unían las modas que imperaban en las más renombradas ciudades europeas, y en su emulación, es como nació la pintoresca idea de construir un pasaje en la zona más comercial de Valencia, al logro de que se le diera mayor vida y distinción (si no era suficiente la que por sus alrededores ya existía) a su centro neurálgico, donde junto a sus más famosas tiendas convivían sus pintorescos cafés: lugares de reunión y encuentro de la intelectualidad decimonónica, entre los que destacaban el Café de España y el Café del León de Oro, próximos a nuestro Pasaje, o el Café Hungría en el interior del mismo, muchos años más tarde de su inauguración.

Fue así cómo nació la feliz idea de trasladar a Valencia la costumbre de las ciudades italianas de pasadizos urbanos de estilo neoclásico construidos en un conjunto armonioso y bello. Y como antecedente curioso aunque salvando las distancias, tal y como ya sucediera hacía cuatro siglos entonces, cuando por nuestra ciudad fue por donde entrara en España el renacimiento italiano, materializado en la bóveda del presbiterio catedralicio y auspiciada su ejecución, gracias a la decisión de un cardenal y que después sería Papa, el valentino Alejandro VI.

Si su llegada fue de las manos de Pablo da San Leocadio y Francesco Pagano, el Pasaje Ripalda, aunque, por supuesto, no con tan gran esplendor pero sí con la eficacia de lo útil, fue proyectado al encargo de Dña. María Josefa Paulín de la Peña, Condesa de Ripalda, en 1889 por el arquitecto Joaquín Arnau Miramón (quien también fuera autor del Palacio del mismo nombre en el Paseo de la Alameda) sorprendiendo a nuestra ciudad e impactando en su novedad a los valencianos por la armonía de sus dinteles y de sus ménsulas, la de sus arcos pareados, la de sus pilastras, así como por sus claraboyas llenas de luz, dando un toque de magia al nuevo pasadizo que desde la Plaza de Cajeros, situada en el inicio de la Bajada de San Francisco, comunica los pasos desde la Calle de San Vicente a la entonces llamada Plaza de la Pelota, en la actualidad de Mariano Benlliure.

Pasaje comercial por excelencia que también albergara al Hotel Ripalda que se mantuvo abierto hasta mediados los años cuarenta, en los que tras las necesarias adecuaciones fue convirtiéndose el pasaje en lugar de viviendas.

Fue precisamente en este Hotel donde se instaló en 1897 el primer ascensor de la ciudad, hoy pieza de museo, pero abandonado en un desván a la espera de su conveniente exposición en el Museo Etnológico de nuestra ciudad.

Del proyecto original poco es lo que queda a lo largo de sus cincuenta metros de longitud, debido a las exigencias comerciales de los establecimientos, que en sus continuas transformaciones han ido eliminando los recursos artísticos ideados por el autor del proyecto, perdiéndose gran parte de su esplendor arquitectónico.

Pero hoy en día aún sigue llamando la atención al caminante la belleza de su interior. Visitante que decidido a su paso, recrea su mirada y contempla al inicio en su puerta de hierro en la calle de San Vicente, un pequeño y curioso mosaico con el nombre del pasaje, así como el dibujo del Palacio que le da nombre, siempre de grato recuerdo para quienes lo conocimos, patrimonio también de la que fuera Condesa de Ripalda.

Admirando su interior destacan sobre el entresuelo y a mitad del pasaje unos pasillos perpendiculares que unen las dos jarcias en cada una de sus tres alturas, así como también llaman a la curiosidad, sus ventanales dintelados a la derecha y los de medio a punto a la izquierda sobre los comercios del pasaje, que rompiendo su armonía, mantienen la atención por su dispar presencia.

El actual pasaje ha perdido a su inicio un toque de elegancia por los nuevos comercios de franquicias impersonales; pese a ello, mantiene su estilo gracias a los que permanecen desde lo antiguo, fieles en el ofrecimiento de sus tejidos falleros, tales como el de “Ripalda Indumentaria” con su fachada de blanca cerámica contorneada por un sencillo floreado que la distingue y el de Álvaro Moliner, luciendo ambos sobre sus mostradores todo un derroche de color puesto al servicio de la mujer valenciana.

Al igual que lo ofrecen otras tiendas, que si reconvertidas, prevalecen en sus antañones escaparates enmarcados de recia marquetería manteniendo sus fachadas, como es el caso de ELEVEN (con anterioridad la de Gamborino): tienda que conserva sus arcos de medio punto al exterior respetando su sello antiguo y que se ofrece al hombre actual con un surtido de ropa y complementos de moderno diseño; mientras nos queda el recuerdo en nuestro recorrido de la de Oltra, todos ellos establecimientos que tienen o tuvieron un gran arraigo popular.

Pasaje o "rincón" que junto a su nombre con reminiscencias palaciegas nos revive un pasado entrañable, al tiempo, que por su mancillado arquitectónico por efecto de intereses legítimos pero de mal gusto, no estuvieron al nivel que el Pasaje Ripalda merecía. Pese a ello, y por su encanto y luz que en su conjunto florece, os recomiendo su visita, contemplándolo con placidez y evocando su nombre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sr. Julio Cob:

"Rincones de mi ciudad" es una maravillosa y necesaria página, que visito con admiración y entusiasmo desde hace tiempo, gracias a los amigos que hacen posible Valencia caníbal, Valencia distinta... Usted y sus fotografías y pedagógicos textos, logran que ame todavía más a mi querida ciudad, a Valencia, una espacio urbano que todavía tiene algo de alma y un corazón potente a pesar de los expolios y olvidos institucionales.

Le quiero dar las gracias por regalarnos su arte, por ofrecernos sus ojos y su mirada de una Valencia llena de misterio, alegría e historia... . Con artistas como usted, Valencia se viste de una fuerza arrolladora y no precisa de discursos ni campañas publicitarias para ser amada, para ser deseada, para ser visitada sin prisas a través de sus calles, plazas, jardines, paseos...

Antonio Marín Segovia

antoniomarinseg@orange.es


http://rinconesdemiciudad.blogspot.com/

Julio Cob dijo...

Estimado lector:

Le quedo muy agradecido por sus palabras y me satisface comprobar, como en muchas otras ocasiones, la existencia de muchas personas amantes de nuestra ciudad.
Humana como es, con sus defectos y virtudes, Valencia es irrepetible; Valencia es una ciudad que en su tolerancia es donde se halla su mejor virtud, y esta se encuentra tanto en sus calles, como en las personas que por ella transitan. Sólo es cuestión de intentarlo, y es muy fácil dar con todo ello.

Y es este cariño a Valencia y a personas que como Vd igualmente lo sienten, lo que me mueve a seguir buscando sus rincones que ya superan la treintena y que cada vez salen más a mi paso, ofreciéndolos al conocimiento de los demás, vecinos o foraneos.

Le mando mi afecto.

Saludos