sábado, 26 de diciembre de 2009

LA PLAZA DEL HORNO DE SAN NICOLÁS

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Hay plazas o rincones en la ciudad, coquetos, que sirven al relajo del paseante en su callejear y en donde siempre hay un banco de piedra en el que reponer las fuerzas, al tiempo que se contemplan sus fachadas que en los días de fiesta engalanan sus balaustradas con mantillas de damasco y frisos de flores.

En otros rincones o plazas, la opción de una terraza en donde sentarse, cubierto o al aire libre, en grata conversación o simplemente observando la gente que al igual se recrea en atención al entorno, contribuye a darle aún mayor encanto al lugar ya de por si admirado.

Sin embargo, existe una plaza sin bancos, sin la presencia de una fuente o la de un árbol que o bien le den nombre o sea ocasión de adorno o de distinción, pero no por ello exenta de varios aspectos que le otorguen singularidad.

Es el caso de la Plaza del Horno de San Nicolás, situada en la retícula que desde la plaza del Esparto y a través de la calle de las Danzas, comunica con la de la Compañía, la vieja “plaza de les Panses”, lugar donde “El Palleter” retó a Napoleón en patriótica proclama.

La Plaza del Horno de San Nicolás que lo es de paso al caminante, más vale la pena recrearse un rato en ella. Porque es de merecer detenerse ante el horno que da nombre a la plaza, y que desde 1802 –según reza en artísticos mosaico sobre sus dos entradas- el de la guerra al francés, sigue abasteciendo de pan a quienes cruzan su puerta, aunque se sabe con certeza de la existencia de un horno más antiguo, toda vez que tal nombre ya lo tenía la plaza por providencia del “Almotacén” desde abril de 1692.

Plaza de planta irregular, de diente de sierra y que por necesidades del tráfico no es peatonal. Cualquiera de sus lados y sobre sus no muy anchas aceras, sirven para contemplar bellos edificios de ricas cerrajerías en sus balcones, entre los que destacan los decimonónicos miradores cubiertos, al igual que sencillos estucos, que junto a las ménsulas, decoran las fachadas.

A falta de jardín en la plaza, se muestra a un lado un rincón que destaca por sí solo, dándole a la plaza un toque singular y una pizca de sosiego. Mantiene el entrante cierto aspecto -más imaginado en el anochecer- de capilla urbana decorada de rejas y balcones de hierro fundido creando en su conjunto un retablo en el que un balcón corrido reina en el centro, y flanqueado por dos farolas que lo iluminan. Escorado, un ciprés, dijéramos como lugar epistolar, pincela de gracia y digno respeto a tan placentero rincón a semejanza de un presbiterio.

El Colegio Mayor del Rector Peset, antigua Casa de los Martínez Vallejo del siglo XVIII -antaño Escuela Normal de Magisterio hasta su traslado junto al río en la zona de Monteolivete- con su gran zócalo de piedra de sillería, dignifica la plaza, dándole al mismo tiempo un aire estudiantil, y desde cuyo umbral se vislumbra elegante la Torre Campanario de San Nicolás: la que emergiendo sobre los tejados, queda observante de nuestro ya rincón o plaza.

Rincón o plaza, muchas veces transitado, pero al no ser de destino, no se le tiene en cuenta. Os recomiendo, sí, una pequeña parada y que os entretengáis no solo disfrutando del campanario cima los tejados, sino de todo el entorno de uno de los rincones del centro histórico de la ciudad, que en su sencillez y singular aspecto, adquiere la especial relevancia de encontrar al paso, uno de los comercios más antiguos de la ciudad.